Un diálogo con César David Martínez desde la práctica contemplativa
“A veces no hago la foto. Me quedo mirando. Y solo eso ya me transforma.” — César D. Martínez
Respirar antes de obturar
Para César, la fotografía mindful no comienza al encender la cámara, sino al detenerse a respirar, al observar con humildad, al pedir permiso a la montaña, al río o al animal que se va a retratar. “Siempre hago una pequeña oración —dice—, no repetida, sino sentida. Pido acceso a la sabiduría del lugar”. Esta actitud no solo transforma la imagen; transforma al fotógrafo.
El paisaje deja de ser un fondo y se convierte en un interlocutor. Aparece una correspondencia íntima entre el entorno y quien lo observa. La foto, entonces, no es el fin: es la llave que abre el encuentro. A veces ni siquiera hay imagen final. “Una vez subí al páramo a ver el cometa Atlas. Tenía todo listo, pero no hice la foto. Solo me quité los zapatos y me quedé en silencio, contemplando.”


La imagen como ritual, no como trofeo
Frente a la vorágine visual contemporánea —donde todos toman las mismas fotos, en los mismos lugares, desde los mismos ángulos—, César propone otra lógica: la de la contemplación profunda. En vez de ir a buscar la imagen perfecta, se va a habitar el instante, a recibir lo que la naturaleza quiera mostrar.
Este enfoque transforma el ejercicio fotográfico en un ritual personal de sanación. “Yo he visto cómo la fotografía ha ayudado a personas con ansiedad, con traumas, con heridas muy profundas. Es una forma de contar lo que no puede decirse con palabras.” También puede convertirse en un proceso largo y reparador: “Conozco personas que han hecho series durante 10 años, hasta liberarse de lo que cargaban.”

Ver, sentir, integrar
La práctica fotográfica mindful no requiere equipos sofisticados ni destinos exóticos. Puede comenzar con una gota cayendo desde una hoja. “Yo he estado una hora entera observando una gota de agua. Y entonces pienso en el ciclo del agua, en los océanos, las lluvias, la nieve, el cuerpo humano… y todo eso está en esa gota. No es solo mirar. Es entrar en ella.”
Esta forma de mirar también es una forma de sanar. El fotógrafo se enfrenta a sus miedos, a sus límites, a sus frustraciones. Pero también se reencuentra con sus capacidades, con su intuición, con su lugar en el mundo natural. “Cuando estoy allá afuera, con el cóndor, con el oso, con la niebla del páramo, siento que estoy cumpliendo con mi propósito de estar vivo.”

Implicaciones para el arte y el bienestar
En contextos marcados por la aceleración, la hiperproductividad y el consumo pasivo de imágenes, proponer una fotografía que ralentice la mirada, que promueva la atención plena y que abra espacio a lo incierto y lo sensorial, representa un acto estético y político.
El trabajo de César evidencia que la imagen no siempre es el resultado, sino el proceso mismo de habitar el mundo con atención.
Su experiencia invita a artistas, docentes, terapeutas y creadores a explorar la contemplación como un lenguaje propio, donde el paisaje no es fondo, sino interlocutor; donde el acto de mirar puede convertirse en forma de sanación.
Desde ArteMental creemos en la urgencia de visibilizar y sistematizar este tipo de prácticas que habitan el cruce entre arte y bienestar. La fotografía contemplativa, entendida como proceso de presencia sensorial, representa no solo una vía creativa, sino también una forma de cuidar, escuchar y restituir el vínculo entre cuerpo, imagen y entorno natural.
Este artículo hace parte de una línea de reflexión vinculada al proyecto transmedia SINESTESIA (dentro del marco de investigación de las 5 pieles), que explora el potencial del arte como práctica regenerativa y multisensorial en la era digital.